El factor ordenador de la política argentina que fue la grieta entre kirchneristas y antikirchneristas está volando por el aire por la irrupción del fenómeno Milei. Todavía no está claro para beneficio de quien, pero se intuye una primer víctima: Mauricio Macri.
Hay algo del caos en el que le gusta navegar a Milei que atenta contra la rigidez de la grieta, con sus categorías irreductibles, enemigos absolutos, indignaciones cuidadosamente seleccionadas. Si la grieta va mutando no es grieta, es caos.
Por eso, las elecciones de este domingo permiten asomarse a la mutación en curso. Algunos rasgos: el agotamiento del método de conducción de Cristina Kirchner, la dificultad de Milei para traducir su buena imagen en una construcción política nacional, la desaparición del PRO, la supervivencia en el interior del país de un radicalismo que no es actor nacional pero tiene potencia en las provincias.
Todo indica que estamos en las puertas de un nuevo orden, cuyos contornos aún desconocemos. La decisión de Milei de convertir a Macri y Clarín en el nuevo enemigo lo acerca a Cristina y rompe con un eje de la grieta, pero lo hace al mismo tiempo que se presenta como la mejor opción para terminar con el kirchnerismo. El resultado es que la grieta se problematiza y lo vemos de manera candorosa en la pantalla de LN+.
El Waterloo del peronismo en Salta y Jujuy, provincias que gobernó durante décadas, ahora reducido a dimensiones electorales de la izquierda, fueron producto no del puño de hierro de Cristina sino de su falta de conducción. Delegar en los bonaerenses Aníbal Fernández y el Tano Menéndez la tarea de ordenar el peronismo jujeño, todavía afectado por las secuelas de la fallida experiencia de Milagro Sala, habla de una desaprensión que se pagó en las urnas.
La idea que votar en contra de todas las iniciativas de Milei en el Congreso tiene que ser el factor ordenador del peronismo, introduce en un movimiento famoso por su plasticidad una rigidez que le complica la construcción de mayorías, como quedó claro en la ruptura con el salteño Gustavo Sáenz y antes con el misionero Carlos Rovira, como bien le recordaron desde esa provincia este lunes: la caída de Ficha Limpia no fue por amor a Cristina sino a Milei.