El mecanismo de comunicación de los resultados permanece inalterado desde hace siglos. Después de cada dos rondas de votación, las papeletas son incineradas en un horno especial. Si no hay acuerdo sobre un nuevo papa, se añade a la quema una mezcla de compuestos como perclorato de potasio, antraceno y azufre, lo que genera una densa humareda negra. En cambio, cuando se alcanza la mayoría requerida de dos tercios para consagrar a un nuevo pontífice, se emplea otra combinación que produce el esperado humo blanco. Esa fue la señal que, el 13 de marzo de 2013, anunció al mundo la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como el papa Francisco.
Junto con la instalación de la chimenea, el Vaticano puso en marcha una batería inédita de medidas de seguridad tecnológica para blindar la Capilla Sixtina y preservar la confidencialidad de las deliberaciones. Según reportó el diario italiano Corriere Della Sera, el recinto fue transformado en una «zona estanca» desde el punto de vista informático, donde todo intento de comunicación digital ha sido deliberadamente neutralizado.
Entre las medidas adoptadas, destaca la colocación de bloqueadores de señal (Jammer) en puntos estratégicos, lo que imposibilita cualquier conexión vía Bluetooth, WiFi, redes móviles o GPS dentro del espacio. Asimismo, los ventanales de la Capilla fueron recubiertos con películas especiales anti-drone y anti-láser espía, que impiden tanto la observación visual como la captación de audio desde el exterior.
Los cardenales electores, por su parte, deberán entregar sus dispositivos electrónicos antes de ingresar y permanecer incomunicados durante todo el proceso. Queda expresamente prohibido el uso de celulares, computadoras, relojes inteligentes y cualquier otro aparato con capacidad de almacenamiento o transmisión. Toda interacción será estrictamente presencial, conforme lo establece la normativa del cónclave.
Los sistemas internos de soporte, como los servidores de comunicación y bases de datos, también fueron desconectados de cualquier red. Las unidades han sido reubicadas en espacios seguros, como la Biblioteca Apostólica Vaticana, y permanecerán en total aislamiento hasta la finalización del proceso.
Además, la Gendarmería Vaticana activó una red de radio interna encriptada, dotada con tecnología de uso militar, para situaciones de emergencia. Esta vía de comunicación solo podrá ser utilizada por personal autorizado y fue diseñada para garantizar transmisiones seguras sin poner en riesgo el secreto del cónclave.
Mientras tanto, los cardenales continúan con las denominadas congregaciones generales, encuentros previos que sirven para compartir diagnósticos sobre el estado de la Iglesia y debatir el perfil que debería tener el futuro papa. En estas reuniones, que también incluyen a los cardenales mayores de 80 años —aunque sin derecho a voto—, se abordaron temas como la crítica situación financiera del Vaticano, la caída de vocaciones, los casos de abusos dentro del clero y la necesidad de conectar con nuevas generaciones frente al avance de la secularización.
También se discutió el legado del pontificado de Francisco, que deja una impronta marcada por reformas internas, mayor apertura hacia otras religiones y una fuerte orientación pastoral.
A medida que se acerca la fecha del cónclave, crecen las expectativas dentro y fuera de la Santa Sede. El mundo católico se prepara para un momento trascendental: la designación del próximo líder espiritual de más de 1.300 millones de fieles. Solo una señal marcará el momento histórico: el humo blanco que surja del techo de la Capilla Sixtina anunciará que el nuevo papa ha sido elegido.