La industria foresto-industrial argentina atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Con caídas de hasta el 40% en los niveles de producción y fábricas que operan a menos del 50% de su capacidad instalada, el sector de la madera y el mueble advierte sobre el riesgo inminente de cierres, despidos masivos y la ruptura de una cadena de valor estratégica para las economías regionales.
La Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (FAIMA) es la entidad que encabeza el reclamo de 28 cámaras empresariales del país ante el Gobierno nacional, solicitando medidas urgentes para revertir la situación.
Entre sus pedidos destacan la reactivación de la obra pública con insumos nacionales, un tipo de cambio competitivo que favorezca las exportaciones, acceso a líneas de crédito productivo con tasas razonables, y políticas de estímulo al consumo interno.
El desplome de la demanda doméstica, el freno total en la obra pública y un tipo de cambio desfavorable para las exportaciones configuran un escenario crítico. “El consumo se contrajo de forma alarmante. La obra pública, que dinamiza la demanda de madera, está completamente detenida”, advirtió Fernando Couto, director ejecutivo de FAIMA, en diálogo con el portal InfoGremiales.
Aunque el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) reflejó una mejora general en diciembre de 2024, el sector de la madera registró una caída acumulada del 13,7%.
El subsector de muebles y colchones exhibió un crecimiento interanual del 52,9% en diciembre, explicado únicamente por la baja base de comparación respecto a diciembre de 2023, cuando la actividad había tocado fondo.
El Instituto del Mueble Argentino informó que en 2024 la producción de muebles se redujo un 17,8% y las pymes del rubro registraron una merma del 9,8%, según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
La crisis impacta de lleno en el tejido social y económico de provincias como Misiones, Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Santa Fe y Santiago del Estero, donde la industria de la madera es un motor clave de empleo y desarrollo. “Cada aserradero que cierra es una comunidad que pierde oportunidades”, remarcó Couto.
Desde la Asociación de Productores, Industriales y Comerciantes Forestales de Misiones y Norte de Corrientes (APICOFOM), Ricardo García advirtió: “Muchas empresas venden por debajo del punto de equilibrio para sobrevivir, pero ya no hay rentabilidad. La continuidad de numerosas firmas está seriamente comprometida”.
A esta crisis estructural se suma la preocupación por una eventual apertura comercial sin regulaciones claras. “Una apertura sin reglas puede dañar gravemente la producción nacional”, alertó García.
Además, proyectos de inversión se encuentran paralizados por la falta de previsibilidad. “Sin estabilidad ni demanda garantizada, es inviable avanzar en ampliaciones o renovaciones de maquinaria”, explicó César Federici, del Instituto del Mueble.
FAIMA insiste en la necesidad de medidas concretas: reactivar la obra pública, promover el consumo interno, facilitar el acceso al crédito productivo y garantizar un tipo de cambio competitivo. “El tiempo de las advertencias ya pasó. Ahora hacen falta decisiones urgentes”, sentenció Couto.
Mientras tanto, el sector foresto-industrial aguarda señales políticas que permitan preservar las capacidades productivas construidas durante décadas.
La actividad depende en gran medida de los bosques cultivados -que abarcan 1,2 millones de hectáreas, con predominio del pino (60%) y el eucaliptus (27,1%)-, pero enfrenta barreras como la falta de inversiones y de políticas de apoyo para su desarrollo sostenible.
Actualmente existen 988 empresas en el sector, según datos de 2022. Sin embargo, el crecimiento del empleo se ha visto estancado en los últimos años y la caída actual en la producción amenaza con destruir miles de puestos de trabajo en una actividad fundamental para el desarrollo regional.