Entre los últimos movimientos en el expediente, fuentes conocedoras precisaron a El Territorio que la pareja del acusado -que había sido detenida ese mismo 20 de marzo por resistencia y encubrimiento- fue liberada. En tanto, el principal sospechoso de atacar a la niña permanece detenido en una comisaría jurisdiccional: restan últimos resultados de pruebas y otras formalidades del procedimiento judicial para determinar su situación procesal.
En caso de que las requisas y análisis del juez de Instrucción Seis, Ricardo Balor, lo consideren pertinente, el kiosquero podría recibir prisión preventiva. De ser así, pasaría a una unidad del Servicio Penitenciario Provincial (SPP), según anticiparon fuentes consultadas.
Como ya informó este matutino, el hecho denunciado ocurrió el miércoles 19 de marzo por la noche. La niña, que vivía al otro lado de la calle, se acercó a comprar al kiosco de “don Julio”, como solía hacer. Pero entonces, nadie pudo advertir que algo aberrante podría suceder.

Según relató entonces Andrea -mamá de la víctima- a El Territorio, se enteró del ataque por medio de su hijo mayor. Ante la preocupación porque la menor se demoraba en regresar a casa, su hermano la fue a buscar y entonces se topó con un escenario traumático. “No sé cómo ella llegó a estar dentro de la casa, pero mi hijo mayor vio por el picaporte que ese señor le estaba manoseando a su hermana”, lamentó la mujer.

Andrea leyó preocupación y miedo en el rostro de su hijo cuando volvió a casa. “Lo veía medio triste y ahí le pregunté. Entonces mi nene me dijo ‘mamá, perdoname que no le pude defender a mi hermanita’, y ahí pensé lo peor”, agregó.

Para la madre, esa respuesta fue suficiente para que las alarmas se encendieran. La inquietud se apoderó de Andrea cuando “mi hija también me pidió perdón y empezó a llorar desconsoladamente”, momento en que logró contar lo vivido. “Luego me enteré que no era la primera vez y que la amenazaba, diciendo que si me contaba yo iba a ir presa”, siguió narrando la mujer.

Tras la confesión, la progenitora atinó a encarar al acusado y se dirigió a su vivienda -donde tiene el kiosco-. Con golpazos en la puerta, buscó al comerciante y entonces, contó, el hombre quiso defenderse sin siquiera haber sido interpelado por el abuso. “Fue él mismo el que me dijo que no le había hecho nada a mi hija, sin que yo le preguntara”, indicó, lo que incrementó sus sospechas hacia él.

Recordó que el acusado se mostraba apático a la situación y que, junto a su pareja, reían a carcajadas. Fue entonces que decidió llamar a su hermano para confrontar al kiosquero. “Cuando fuimos con mi hermano, el hombre estaba con un machete y su pareja sentados afuera, riéndose. Ahí mi hermano los enfrentó”, reconstruyó, al tiempo que llamaron a la Policía. Mientras, otros vecinos -que se hicieron eco de lo ocurrido- tomaron represalias e incendiaron varias pertenencias del acusado en la calle.

En un ambiente caldeado, agentes arribaron al lugar para proceder a la detención del matrimonio y tomar la denuncia. Pero la pareja del imputado “lo escondía y decía que él no vivía ahí, que yo estaba mintiendo y que para qué le mandaba a comprar a mi hija”, criticó Andrea.

“Los niños no mienten, ¿cómo van a intentar culpar a mi hija de esto?”, sentenció. Los exámenes ginecológicos confirmaron el ataque sexual.

Presunto historial abusivo

Desde que el caso es investigado por el Juzgado de Instrucción Seis, los testimonios de los vecinos de La Querencia fueron contundentes en apuntar al sospechoso como el responsable del abuso. Alegaron que, por sus actitudes extrañas con los niños y niñas, el ataque habría sido planeado con tiempo.

Esto, considerando que “una vecina contó que él seleccionaba a las nenas del barrio”, aseguró una amiga de Andrea que charló con El Territorio. Por si fuera poco, familiares del acusado salieron en su defensa e intentaron culpabilizar a la menor de lo sucedido.

Lo que le siguió a aquella noche de malestar fueron episodios violentos y amenazantes por parte de sobrinos del kiosquero. Según contó Andrea, los sindicados “tiraron piedras a mi casa y empezaron a nombrarnos para que salgamos, porque me dicen que estoy mintiendo. Pero yo jamás voy a mentir con algo grave como esto”, afirmó la progenitora que -ante los ataques reiterados- solicitó un botón antipánico a la Justicia y se mudó provisoriamente del barrio con sus cuatro hijos.

“Le robaron la inocencia a una nena de 9 años”, lamentó Andrea quien acompaña a sus hijos en el proceso de terapia psicológica.